
Cuando hablamos de inteligencia en la Bienal de Venecia 2025, la exhibición principal la categoriza ampliamente en tres dominios: natural, artificial y colectiva. Si bien se ha prestado mucha atención a las performances robóticas, los experimentos materiales orientados hacia el futuro—como los ladrillos de estiércol de elefante de Boonserm Premthada o la exhibición de picoplancton hipnotizante de Canadá—una forma de inteligencia colectiva, a menudo pasada por alto pero crítica, radica en el acto de archivar.
Varios pabellones nacionales muestran esta inteligencia colectiva a través de exposiciones bellamente curadas: el ingenioso juego de escalas del Pabellón Español, por ejemplo, presenta modelos meticulosamente elaborados que invitan a una lectura atenta y al deleite. Estas colecciones curadas ofrecen una instantánea del presente y, en algunos casos, gestos hacia el futuro. Pero sin involucrarse críticamente con el pasado, sin documentar y dar sentido a nuestro conocimiento espacial y arquitectónico compartido, el potencial de la inteligencia colectiva permanece incompleto. Archivar no es simplemente un acto de preservación; es una herramienta generativa para proyectar nuevos futuros.